jueves, 12 de agosto de 2010

Mentiras para niños.

Se llama Sara, aunque todos están ya acostumbrados a llamarla Wendy, como la pequeña de Peter Pan. Es feliz haciéndose llamar así. Tiene siete años, aunque a ella le gusta que le digan su edad exacta. Siete años y cuatro meses. Y no dice las horas porque dice que se traba y que saber las horas es un rollo, por que, para que querer saber la hora de algo si sin mirarla podemos disfrutar mucho más de las cosas. Es increíblemente soñadora. Tanto que Rosalia, su madre, la tiene que sacar del país de las maravillas en el que vive diariamente. Y como yo, y como tu y todos nosotros, es mentirosa también. Pero ella no es una mentirosa cualquiera. Ella es mentirosa sólo con la gente que no conoce. Cuando vamos paseando por la calle y la cojo en el colo ella le va sonriendo a la gente y si por casualidad me paro en algún sitio a mirar un escaparate, ella aprovecha ese tiempo para hablar con los demás niños y les empieza a contar sus sueños, sueños que son imposibles, pero que a ella le hacen feliz y cree que a los demás también los hará tan felices como ella. ''Serán tan felices como yo tía'' y yo le creo. Aunque se que esos sueños de querer volar y de tener un príncipe azul son imposibles, pero se los permito, porque viéndola así, tan radiante, no soy capaz de negarme.

domingo, 4 de julio de 2010

Mentiras IV

Dos días atrás Paolo se juró a sí mismo que nunca más volvería a mentirle a Javiera. Y mira donde estaba ahora. En aquella casa de baldosas azules, fumándose un cigarro mientras observaba como Merche dormía. Sí, se lo había jurado, pero una vez más, había fracasado. Y a pesar de que quería e incluso amaba a Javiera, la pasión que Merche desprendía lo podía todo. Apagó el cigarro y sin dejar una nota, ni nada salió de aquella casa dispuesto a confesarse. Dispuesto a confesarse sí, pero sólo consigo mismo.

jueves, 17 de junio de 2010

Mentiras III

Ian resopló una y otra vez, y otra vez, y otra vez. Jeanette levantó su cabeza con cuidado y le susurró ‘’Cariño, ¿estás bien?’’. Ian se volvió a encontrar en la misma situación de todas las noches, en aquella comprometida y dolorosa situación. ‘’Si, lo siento, tan sólo es la alergia, vuélvete a dormir que aún son las doce y veinte’’ y le dio un beso tranquilizador en la frente para así ir al baño. Como cada noche quitó de la caja de los medicamentos el suyo, con mucho cuidado. Metió la píldora bajo la lengua y se la tragó, rápido, sin pensárselo, como si su vida fuese en ello. Aquello bastaría por aquella noche. Pero sólo por aquella y unas cuantas más.

domingo, 13 de junio de 2010

Mentiras II

Julia bebió tan rápido que creyó haberse tragado todas las mentiras que tenía preparadas para la cena de aquella noche. Empezaría diciendo ‘’No estoy enamorada, simplemente es un amigo’’ cuando presentara a Josh, su nuevo acompañante. Después para quedar bien con su padre diría ‘’La empresa está creciendo papá, cuánto futuro le veo’’, seguido de eso sonreiría, para que así sus palabras sonarán más convincentes y por último, como postre, agregaría ‘’ Todo estaba riquísimo mama, sobre todo la tarta, como siempre en su punto’’ mientras por dentro maldeciría lo agridulce que sabia. Pero así era Julia. Todo lo disfrazaba con sus pequeñas mentiras, porque para ella eran pequeñas, y sólo las decía porque tenía miedo a dañar a la gente que quería.

sábado, 12 de junio de 2010

Mentiras I

Recordó lo que su amiga Daniela le había contado el día anterior y rompió a llorar, allí en su propia cama y al lado de el. ¿Cómo había estado tan ciega? Tenía a su enemigo en su propia cama, lo tenía desde hacía dos años, y lo peor era que alguna vez lo había sospechado, sólo alguna vez, como una persona que quiere a otra y tiene miedo de que la abandonen por sus inseguridades. Y así era. Paolo tenía a otra, o a otro.. ¡quién sabía! Javiera no podía esperar nada de el, ni siquiera un perdón, pero en vez de echarlo de casa, el aún seguía allí, a su lado, compartiendo su misma cama, y con el brazo sobre su cadera. Y parecía que las cosas iban a seguir así, mientras Javiera lloraba e intentaba pensar que decir o que echarle en cara, el roncaba, sin esperar lo que iba a ocurrir al día siguiente.